Hay ocasiones como hoy en las que siento que nadie tiene interés por mí,
por lo que pienso y siento, por lo que yo llamo filosofía.
Todos dicen que soy demasiado extraño, en mis gustos, en mi forma de
ser y de percibir las cosas, que no tengo modo de ser, de estar, que no hay
ilusiones en mi vida; que no soy honesto, sincero y todo lo que me pasa solo es
sugestión mía. Me señalan como una persona vil, sin valores y carente de sentido
común.
¡Vale! Que eso duele y duele horrible. Sólo han de juzgar la forma de
actuar y no realmente el hecho que te motiva a hacerlo, puesto que nadie ve y
percibe las cosas como tú. Que tonto juzgar de esa manera ¿no?, pero qué más da
si de quien viene es de tu propia familia.
Esa parte fundamental que debe de apoyarte en todo momento. Que mala
jugada – y vaya que mala jugada – del destino me vino a presentar el día de hoy.
Sé que muchas cosas no salen bien, unas porque así deben de ser y otras
por culpa propia – estamos de acuerdo que nadie es perfecto –, pero son las
peores señaladas al final del día. Y esto es uno, tras otro, tras otro día de
cada semana del año incluyendo festivos, cumpleaños, aniversarios, etc. Al final
sabremos que yo tuve la culpa, así lo dicta la juez y así lo aprueba la
matriarca – ¡Vaya combinación!, te apuesto que no querrás estar en mi lugar –,
es como ser devorado en la película tiburón de Steven Spilberg...
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